No sé


Puede ser que los dos tengamos razón y también que no la tengamos. Puede ser que la razón no se pueda tener, que sea demasiado escurridiza. Puede que nunca lo sepamos y que nunca volvamos a tener exactamente la misma conversación y por tanto que nada de lo que hablamos importe ya. Solo sirvió para ocuparnos entonces, para conocernos: tú a mí y yo a ti y tú a ti y yo a mí. Y divagar y jugar y pasar rato pensando, envueltos en un cielo cambiante, como cambiante es todo y, a la vez, que nada sea nada.

Silencio.

Miradas.

Silencio lleno... de algo que canta, susurra, que hasta parece que silba. Cascadas.

¿Qué?